Deprisa, llego a la taquilla y saco el billete de las cinco. Voy rápido hasta las vías del tren y entro corriendo sin apenas hacer caso al revisor. Me meto en el vagón con él detrás mio refunfuñando, y, después de marcar mi tiquet y regañarme severamente,se marcha con una sonrisa mal disimulada en la cara.Me siento en mi sitio. Al sentarme me fijo en los pasajeros del vagón, a mi lado hay una anciana de aspecto desaliñado pero con una dulce expresión en la cara como la de una abuela que regaña a su nieto. A su lado un muchacho con pinta de avispado y cara afilada que me mira con curiosidad y una pincelada de celos. Después de saludarles torpemente me giro y miro hacia la ventana. Abro el bolso y saco mi diario. la piel gastada y las hojas amarillentas me recuerdan al otoño en irlanda, el olor a especias que se le quedo en mi ultimo viaje a los zocos indios. cada vez que lo abro un pequeño recuerdo es libre en mi mente y golpea todos mis sentidos haciendo recordar y recordar, cada vez mas.Esta viejo y estropeado, pero en él esta una vida entera de viajes, que recordados por el corazón son escritos con estas torpes manos en una simple guía para los futuros saltimbanquis que quieran seguir mis pasos y hacer caso a mis consejos.
Al cogerla no puedo evitarlo y pienso en todo lo que dejo atrás esta vez: amigos, una tía que me echará mucho de menos y un estúpido gato al que tontamente he acabado cogiendo cariño. Esta es la peor parte, cerrar un capítulo y comenzar uno nuevo. Mi historia no esta todavía estancada en una casa con marido e hijos. Después de haber recorrido media Europa, haber probado los cafés de Berlín, el chocolate de ginebra y las pastas austriacas mi viaje no ha acabado.
Me dirijo a Riga, a casa de mi sobrina. Ella está de viaje y me ha dejado su casa a cambio de unas nanas para su niña.
Me pierdo en mis recuerdos.el viaje a la india con Amoa y su mono Mamed, canciones que se alejan, seguidas por aldeanos vestido con túnicas de colores chillones y velos finos de seda turbia. Las echo de menos. Ya no me sirven las promesas de futuros reencuentros, porque sé como son esos amargos finales en los que las cartas cesan y tus pensamientos son cortados por otros más recientes. Pero así es mi vida, viajo, vivo, amo y conozco.
Un estridente pitido me saca de mis ensoñaciones. Esta es la última parada, me he pasado mi destino, pero qué más da! estoy en Nóvgorod,Rusia, con una maleta vacía y un diario en la mano... que más quiero que ser libre y poder gritarlo al mundo?!
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