aquel día la caja me pesaba tanto que al dejarla en el suelo me detuve un momento para estirar los brazos. al subir los ojos me di cuenta de que debajo de todas aquella cajas amontonadas había una sala entera llena de muebles de película de cine clásico. pensé en volver a bajar al comodisimo sofá, pero una vocecilla, no se si de mi cabeza o de la sala que se extendía frente a mi, me obligo a quedarme. me acerque a un mueble cubierto por una sabana y deje la sabana en el suelo. al quitarla todo el encanto del precioso diván que ocultaba quedo descubierto y aporto a la habitación un toque de color. el beige caramelo del terciopelo que lo cubría estaba rematado en las esquinas con un ligero color rojizo que resalta un deje de oro el la madera tallada que lo sujetaba. siete brazos de una delicada enredadera ocre parecían envolver el diván convirtiéndolo en un refugio entre las hojas. no lo puedo evitar, me recuesto sobre el pequeño respaldo y alargo la mano hasta tropezar con una pequeña caja de cartón. la abro y en ella encuentro la caja de música que sale en todas la fotos de mi madre cuando era pequeña.una dulce melodía de cinco o seis notas acompaña la pareja de baile en su amoroso y furtivo encuentro bajo el balcón de la casa de ella. la música se repite una y otra vez y con ella de fondo me muevo por la sala, liberando los muebles de sus cárceles blancas y rozando con la punta de los dedos el veteado de la madera.
cada paso es un encuentro con el elegante pasado de mi familia tintado de las fiestas con deliciosos manjares acompañados de elegantes trajes bebiendo Don Perignon y riendo al son de la música.
un armario de plata con ligerisimas filigranas de oro rematando sus esquinas me deja anonadada. es simple pero a la vez barroco, tiene un deje de humildad, seguramente dejado con su creador como firma de su trabajo. lo abro y encuentro vestidos de todos los colores con sus cancanes y los corsés colgados de perchas decoradas con hojas de laurel y remadas en sus puntas con unos finisimos dedos que sujetan las prendas.
la música ha parado de sonar y el brillo de esa sala se apaga poco a poco. ya es hora de volver a mi época, a la dulce rutina que me espera al salir de la habitación. ya no me queda nada que hacer aquí.encierro todo bajo los blancos carceleros y salgo de la habitación si hacer ruido y con un extraño brillo en los ojos que mas tarde se convertiria el la chispa del arte que acaba de encenderse creando tanta belleza como he sido capaz de contemplar en el extraño mundo dentro de la buhardilla de una vieja casa.
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